Page 136 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
P. 136
todas las familias del mundo. También la tuya es así; también entre tus familiares
de sangre, de cariño o políticos se tejen hilos invisibles que van de una historia a
otra, de un acontecimiento breve y duro a un proceso lento y prolongado, de una
fiesta a un nacimiento, y de ahí a un entierro y luego a una graduación y a la
inauguración de una empresa, o quizás a una migración o a un viaje. Cada
familia teje redes con sus propias vidas, con sus propias historias, con sus
propios momentos de gloria y de tristeza, de amor y desamor, de sueños rotos y
sueños realizados, de rupturas y encuentros.
Nosotros bordamos nuestras historias
Los hechos acontecen pero nos toca a las personas entretejerlos, narrarlos,
guardarlos, compartirlos y darles forma y rumbo, para poder entonces
considerarlos historia. Somos nosotros mismos quienes creamos la historia
cuando narramos de manera hilvanada nuestras vidas en relación con las vidas
de otros, en contacto también con el mundo que cambia. Hacemos historia
cuando tomamos lo nuestro ya tejido, lo que supieron los antepasados, lo que
saben los otros, lo que nos cuenta la realidad cada día, lo que nos dice la ciencia
y lo que nos enseña el arte acerca de nosotros mismos. Creamos historia cuando,
con todo esto entre las manos, nos imaginamos en un lugar mejor que nos parece
amable, cuando prospectamos lo nuestro en la línea del tiempo para imprimirle a
nuestro propio futuro significado, sentido y rumbo, marcando de manera
autónoma las prioridades.
En parte, esta es la importancia de entrar de lleno a nuestras propias historias
familiares: nuestro pasado se puede convertir en herramienta y guía de nuestro
futuro y enriquecer el presente. Dice el historiador mexicano Enrique González
Pedrero que podemos visitar el pasado en busca de novedades, de sorpresas, de
saberes y experiencias que, a la luz del presente, consigan reconfigurarse hasta
convertirse en cosas y asuntos contemporáneos y vigentes, útiles y constructivos,
a la vez que nuestros, propios y entrañables.
El gran mago de todo esto es el tiempo, que con su paso lento, pausado y
decidido hace aparecer bebés en las familias, pone en mentes y manos de
hombres y mujeres nuevas ideas y nuevas herramientas de trabajo, pinta arrugas
en los rostros y recoge con discreción silenciosa luchas, descubrimientos, éxitos,
horrores y temores, memorias de viajes y destierros, enfermedades y penas,