Page 138 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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¿Qué anhelos tuvieron tu papá y tu mamá cuando tenían tu edad? ¿Y ahora, qué

               anhelos tienen? ¿Con qué canto te arrullaban cuando eras bebé? ¿A tu mamá,
               con qué cantos la arrullaba tu abuela? ¿Y a tu abuela, cómo la mecía tu bisabuela
               al anochecer? Así podríamos seguir al infinito, porque la vida es así: abierta e
               infinita.





               Relatos, narraciones, momentos que, al ser contados, perduran en el tiempo


               Entonces, ¿por qué no? Sal en busca de datos y relatos y construye con ellos
               hilvanes, urdimbres, vínculos, redes y bordados para armar por cuenta propia tus
               propios tapices con algunos capítulos interesantes de la historia de tu familia o,

               mejor dicho (porque eso de “la historia” es una mera expresión), te invitamos a
               armar por cuenta propia las muchas y muy distintas historias que viven dentro de
               tu familia. Al armar estas historias, encontrarás estructuras nuevas para
               sostenerte, explicaciones nuevas para comprenderte, claridades que antes no
               tenías para orientarte, cuestiones que no te gustan y no quieres repetir en tu curso
               de vida, ejemplos de vida que pueden resultarte atractivos y ejemplos de vida
               que pueden hacerte asegurar: “Esto es precisamente lo que no quiero para mí,
               nunca y en ninguna circunstancia”.


               Quizás en este proceso consigas convertirte en un auténtico escritor capaz de
               hacer (con base en datos) distintos cuentos, corridos, novelas o leyendas. Por
               ejemplo, quizás puedas decir: “Había una vez un hombre de oficio panadero que
               llegó a la colonia en 1955: era mi abuelo. Por aquel entonces la colonia no tenía
               calles pavimentadas y mi abuelo tenía que cargar los cilindros de gas para su
               horno en carretillas de mano. Tenía que caminar una hora de ida hasta la estación
               del gas más cercana, con su correspondiente hora de vuelta, que resultaba más
               pesada. Pero su pan se hizo famoso, y pronto, con el apoyo de los vecinos (sus
               clientes encantados), consiguió que el municipio abriera calles y las
               pavimentara. Ahora, mi abuelo es conocido cuadras a la redonda. Y la gente que
               llega por primera vez a la colonia se pregunta cómo es que una panadería puede

               llamarse El Pavimento.”





               La pregunta como puente y ventana


               Estamos hablando de narraciones, de datos tejidos unos con otros, de puentes
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