Page 30 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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desconocieron a Huerta y se levantaron en armas contra él. Al final, Huerta cayó
y a su salida siguió un ir y venir de presidentes que duraban poco tiempo, porque
la Revolución había creado una gran inestabilidad política.
Algunos de los revolucionarios, como Zapata, peleaban porque el pueblo cada
vez estaba más pobre, explotado y privado de sus derechos. Díaz había hecho
que el poder económico y político se concentrara en manos de unos pocos: les
otorgó el privilegio de tener latifundios, haciendas y riqueza mientras buena
parte de la población del país se encontraba en la miseria. El lema de Zapata era
“Tierra y libertad”: quería que se repartiera la tierra y que los campesinos no
fueran esclavizados por los terratenientes. Mi abuela me dijo muchas veces que
admiraba profundamente a Zapata.
La Revolución fue una gran guerra que se libró en todo el país contra las
desigualdades sociales y a favor de la democracia, pero fue un periodo muy
difícil para muchas familias. Las comunicaciones se interrumpían
constantemente, los víveres que venían de los estados no llegaban a la capital,
entraban y salían ejércitos de la ciudad y ocasionalmente había tiroteos y mucha
inseguridad. La situación del país no se estabilizó sino hasta principios de los
años treinta.
Mi abuela y su familia vivieron la transición entre el Porfiriato y la Revolución.
Ella me contaba que cuando Madero se levantó en armas y finalmente llegó a la
presidencia, la familia votó por él y lo apoyó. Pero el apoyo de los Ayala Barrón
al que representaba la revolución democrática en el país no era algo nuevo en la
familia. Como ya hemos visto, una vena nacionalista, liberal y democrática
corría desde mucho antes por la familia: venían de gente que había apoyado la
lucha liberal del presidente Juárez. Todo esto le había impresionado mucho a mi
abuela cuando era niña, la marcó, y supongo que eso hizo que apoyara las causas
más progresistas que surgieron de la Revolución.
Aunque parte de la niñez de Emilia coincidió con la Revolución, su infancia
debió de haber transcurrido con la misma normalidad con la que podía
transcurrir la de cualquier niño de clase media a principios del siglo XX en la
ciudad de México. Jugando los mismos juegos y cantando las mismas canciones
que muchos años después me enseñaría. Cuando yo era niño nos cantaba a mis
hermanos y a mí una canción, “El barco chiquito”, que ella aprendió cuando era
niña: