Page 46 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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Jesús era un padre severo, pero amoroso: hizo un teatro en la casa para que sus

               hijas actuaran, y también les construyó una casa de muñecas de ladrillo con
               pequeños candiles. Alguna vez hizo gallineros y le dio a cada niña una gallina
               para que aprendiera a cuidarla.


               La familia tenía un buen nivel de vida y una casa grande con servidumbre;
               alguna vez Jesús había contratado a un chef italiano para que le cocinara
               diariamente. Sin embargo, los tiempos de bonanza no duraron mucho. Hacia
               mediados de los años treinta, el negocio de candiles quebró. Jesús tenía un
               embarque de mercancía en un barco que se hundió al venir de Europa. En ese
               embarque había muchos pedidos que ya habían sido pagados y él tuvo que hacer
               frente a las reclamaciones. Para salir del apuro hubo que vender la casa de San
               Pedro con todo lo que había en ella. Jesús tuvo que cerrar el negocio. Toda la
               familia se mudó a un pequeño departamento en la calle de Perú, en el Centro.
               Luego vino un peregrinaje de mudanzas: a la calle Colón, cerca de la Alameda;
               luego a Leandro Valle, junto a la Plaza de Santo Domingo. Cuando vivían ahí
               nació su cuarto hijo, Jesús Miguel, mi padre. No sé si buscaban tener un varón;
               más bien, pienso, fue un pilón no planeado, pero bienvenido. Dudo que un
               hombre de sesenta años que acaba de ver su negocio quebrar y ha vendido su
               casa estuviera pensando en tener otro hijo, después de siete años de haber tenido
               a la última. La diferencia de edades de mi padre con sus hermanas era mucha: la

               mayor le llevaba trece años.

               Después de haber sido un próspero empresario, Jesús tuvo que buscar trabajo, y
               así ingresó a la burocracia. Entró a trabajar a la oficina de Pensiones del

               gobierno como ayudante de contador. Supongo que no era difícil conseguir
               trabajo en el gobierno en aquel entonces, porque después de la Revolución
               creció el aparato estatal, nacieron las secretarías de Estado y fue aumentando la
               burocracia. Sin embargo, al poco tiempo de entrar a trabajar en Pensiones, en el
               colmo de la mala suerte que un hombre pueda tener, enfermó de cáncer en el
               estómago. Los médicos recomendaron que cambiara de dieta, de modo que tanto
               Jesús como Emilia se volvieron vegetarianos. Emilia entonces se dedicó a
               estudiar los fundamentos del vegetarianismo, pero también las virtudes curativas
               de distintas plantas medicinales.


               Pero ni el vegetarianismo ni la medicina naturista pudieron hacer mucho para
               curar el cáncer, que finalmente acabó con su vida un histórico 18 de marzo de
               1938. Claro que ese día no fue histórico por la muerte de mi abuelo, sino porque,
               no muy lejos del lugar donde él moría, el presidente Lázaro Cárdenas declaraba
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