Page 47 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
P. 47
la expropiación petrolera en Palacio Nacional. Mi abuelo murió en un pequeño y
oscuro departamento, en la calle de Moctezuma número 129, colonia Guerrero,
donde se habían mudado hacía poco tiempo. Tenía sesenta y tres años y sus
últimas fotos muestran a un hombre con muy escaso pelo, ya muy acabado, viejo
y enfermo.
A mi abuelo lo enterraron en el Panteón Civil de Dolores. Muchos años después,
al visitar ese panteón, sabiendo que mi abuelo estaba enterrado ahí, pensé en
buscar su tumba. Las tumbas se buscan por fecha y la de su muerte era fácil de
recordar. Al buscar el lugar, encontré una de las tumbas más feas del panteón.
Estaba cubierta de mosaicos de baño azules y blancos, pero no pertenecía a mi
abuelo, sino a alguien más. Así aprendí que en los panteones las tumbas no
siempre se venden “a perpetuidad”. Tal vez mi abuela creía que al enterrar a su
esposo estaba comprando para siempre el lugar donde él descansaría. Supongo
que, como ella, mucha gente piensa que así es, porque ¿qué puede haber en esta
vida más eterno que el último lugar de descanso? Sin embargo, estaba
equivocada. Mi abuela no pagó la perpetuidad para su esposo, y al cabo de un
tiempo lo sacaron de su tumba y lo echaron del panteón. El pobre abuelo no solo
tuvo mala suerte al final de su vida, sino también después de su muerte (también
a su tío Manuel Gutiérrez Nájera lo echaron del panteón por no pagar la
perpetuidad). Una vez enterrado su esposo, mi abuela tenía asuntos más
importantes que atender, como hacerse cargo de sus hijos, y seguramente no
volvió al panteón.
Poco tiempo después de la muerte de Jesús, también morirían sus padres:
Matilde primero, a causa de una embolia, y Carlos un poco después, de un paro
cardiaco. No sé si sigan en el panteón donde los enterraron.