Page 51 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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Carlos era un entusiasta de la tecnología. Llevaba muchas de las novedades de la
época a la familia: llevó, por ejemplo, una radio a galena para escuchar las
primeras estaciones de radio, por ahí de 1921, cuando inició la radiodifusión en
México. Una radio a galena es el receptor de radio más simple que puede haber:
emplea un cristal semiconductor de sulfuro de plomo, que se llama galena, para
captar las señales de radio de amplitud modulada. Años después también llevaría
a sus hermanos a ver a Charles Lindbergh, que llegó al aeropuerto de Balbuena
en la ciudad de México en 1927, viajando en el Spirit of Saint Louis, después de
haber cruzado el Atlántico ese mismo año —Lindbergh fue el primer hombre
que cruzó el Atlántico en avión—. Carlos se había casado en 1921 con Irene,
pero nunca tuvo hijos de ese matrimonio (sí tuvo una hija fuera del matrimonio).
Murió sin haber cumplido los cincuenta años de edad, y tras haber perdido un
ojo en un accidente. Después de su muerte, su viuda se iría a vivir a Acapulco,
donde se convertiría en prestamista y moriría cruelmente asesinada al poco
tiempo.
Unos años antes de su muerte, Carlos había construido una casa en la avenida
Uno, en San Pedro de los Pinos, con los ahorros de su hermana Rosa. Él habitó
la casa, pero después de fallecido, Rosa se la prestó a Emilia para que se mudara
con todos sus hijos, salvo Beatriz, la mayor, que ya se había casado en 1941, a
sus diecinueve años. Vivían también muy cerca de su hermana Amparo, quien se
había casado el mismo año que Emilia y tenía ya varios hijos. En 1949
aproximadamente, Rosa y su hija Rosa María se mudarían también a esa casa a
vivir con su hermana y sus hijos.
Al quedar viuda, Emilia, que había vivido casi la mitad de su vida mantenida por
su esposo, sin mayor educación que la primaria y sin realmente saber hacer nada,
se vio obligada a buscar trabajo. Se le ocurrió entonces pedir el trabajo de su
marido en Pensiones, en el departamento de hipotecas. Le dieron el trabajo unos
meses después de la muerte de su esposo, pero como era mujer ganaba la mitad
del salario de él, haciendo más o menos el mismo trabajo. Le pagaban setenta y
cinco pesos mensuales. Tuvo que aprender además mecanografía y taquigrafía.
Años después insistiría en ponerme a mí frente a la máquina de escribir para que
yo aprendiera mecanografía, algo que finalmente logré en la secundaria y es una
de las cosas más útiles que he aprendido. Pero mis primeras prácticas (de asdf,
jklñ, asdf, jklñ…) las hice con mi abuela.
A sus treinta y cinco años, Emilia era todavía una mujer atractiva, de modo que
cuando entró a trabajar en Pensiones no le faltaron pretendientes. Manuel