Page 62 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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origen de la magia, las raíces y los errores del cristianismo, así como los errores
establecidos por la ciencia ortodoxa. La doctrina secreta analiza la evolución del
universo (cosmogénesis), para luego analizar el origen y la evolución de la
humanidad (antropogénesis). Esos dos libros presentan la base de las ideas sobre
las que se funda la teosofía. Junto con un grupo de gente con ideas afines,
Madame Blavatsky fundó la Sociedad Teosófica en 1875 en Londres, aunque la
doctrina no tardó en extenderse a Estados Unidos y América Latina. La teosofía
se concibió como un movimiento de origen cristiano y esotérico, influido por el
budismo y el hinduismo, y relacionado tanto con los movimientos espiritistas de
finales del siglo XIX como con diversas sectas gnósticas y rosacruces.
Este movimiento está emparentado también con la masonería, en la que habían
militado ya varios miembros de la familia. Carlos Ayala, el padre de Emilia, y su
hermano Porfirio habían sido masones. La masonería es una organización de
carácter iniciático, filantrópico y filosófico, que sostiene como uno de sus
objetivos buscar la verdad y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser
humano (se decía que la masonería estaba unida al poder político: algunos
presidentes, por ejemplo, eran masones; supongo que eso fue cierto en el México
del siglo XIX, pero con los regímenes que llegaron tras la Revolución su poder
decreció). En todo caso, había un ambiente familiar muy propicio para que
Emilia simpatizara con las ideas de la teosofía. Entre 1920 y 1950 dirigió la
Sociedad Teosófica en México Adolfo de la Peña Gil, líder a quien ella seguiría
en sus estudios de teosofía. En 1949, Emilia se convirtió en la nueva presidenta
de la logia a la que pertenecía, la logia Aura.
Cuando Emilia tuvo que educar a sus hijos se encontraba fuertemente influida
por las ideas de la teosofía. Le pareció entonces que todas las religiones eran
intentos igualmente válidos por acercarse a Dios, que todas tenían algo bueno y
que, por lo mismo, no había por qué imponerles una en particular a sus hijos.
Así, decidió educarlos en las ideas de la teosofía. Ya ellos, cuando crecieran,
elegirían la religión que más les gustara. Sus hijos crecieron en un ambiente de
libre pensamiento.
Años después, sus hijos Lucía y Miguel le reclamarían por no haberles dado
ninguna religión, y haber creado con ello confusión en sus mentes. Ella les
contestó en una carta: