Page 59 - ¿Quién fue mi abuela Emilia?
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LA ENFERMEDAD de Jesús había hecho que la pareja se convirtiera al
vegetarianismo. Tras la muerte de su esposo, Emilia, que ya se había puesto a
estudiar sobre el tema, decidió seguir siendo vegetariana y criar a sus hijos
dentro del vegetarianismo. Era el fin de los años treinta y principios de los
cuarenta. Muy poca gente en ese entonces era vegetariana en México. Los
parientes a su alrededor le decían que iba a matar de hambre a sus hijos. Sin
embargo, todos crecieron siendo vegetarianos y nunca tuvieron problemas de
salud.
Sus razones para hacerse vegetariana eran de salud. Pensaba que era más sano no
comer carne, porque decía que era la carne de cadáveres con toxinas, que se
pasaban a la persona que la consumía. También pensaba que debido sobre todo a
las malas condiciones en que se criaba a los animales y a la manera cruel en que
se les mataba, se generaban “malas vibraciones”, que luego se acumulaban en la
carne, y después, claro, pasaban a la persona que se la comía. Si hubiera sabido
cómo unos años después se industrializaría el negocio de la crianza y matanza de
animales en las granjas factoría, seguramente habría reafirmado su
vegetarianismo.
Hoy en día los animales, como los cerdos o los pollos, pasan su vida encerrados
en pequeñas jaulas donde apenas si se pueden mover, y muchas veces no llegan a
ver siquiera la luz del sol. Comer la carne de esos animales, pensaría mi abuela,
era hacerse cómplice de la crueldad con que se les cría y se les mata. Ella
siempre fue muy compasiva con los animales e incluso era miembro de la
Sociedad Protectora de Animales. Muchos hablan hoy en día de que no se debe
ser cruel hacia los animales, pero el acto más compasivo hacia un animal es no
criarlo con crueldad y en malas condiciones para luego matarlo y comerlo.
Supongo que a mi abuela le habrían gustado las palabras del escritor irlandés
George Bernard Shaw, quien afirmaba: “Los animales son mis amigos y yo no
me como a mis amigos”.
Ser vegetariano en los años cuarenta en México era, en muchos sentidos, toda
una causa a defender, y había que hacer mucha labor de activismo —de hecho,
para mucha gente, sigue siendo así todavía—. Aunque nunca quiso abrir ella
misma un restaurante vegetariano por la carga de trabajo que eso implicaba, de
una u otra manera apoyó los pocos restaurantes vegetarianos que se abrían en ese
entonces, como el histórico restaurante de su amiga María Culbeaux en la calle