Page 75 - El valle de los Cocuyos
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Cocuyos, ¿verdad? Sueña, por favor.
El Pajarero se preguntaba qué hacía esa mujer en el fondo del volcán y cómo
habría podido sobrevivir en semejante lugar. El viejo vio que la mujer estaba
encadenada por los pies a un árbol calcinado cuyas hojas, calcinadas también,
hacían un ruido de piedras que se chocan.
—Jerónimo... —dijo con voz temblorosa el Pajarero.
—¿Quién está ahí? —gritó la mujer.
—Soy yo, el Pajarero Perdido. No puedes verme porque también yo fui
prisionero del Espíritu del volcán y el agua del Olvido logró robarme mi figura
durante el día. Soy amigo de Jerónimo. Este es Halcón Peregrino —dijo el viejo
al ver que la mujer miraba al halcón con ojos interrogantes, unos hermosos ojos
verdes que brillaban en su rostro cansado y sucio.
La mujer comprendió y les pidió no hacer ningún ruido, pues la Sombra podría
advertir su presencia, a pesar de que estaba allá, en el centro de la boca del
volcán, en su cueva preferida.
—Pajarero Perdido... —susurró Jerónimo débilmente, sumido en una especie de
sopor.
—Vamos a sacarte de aquí, muchacho —le dijo el Pajarero dulcemente.