Page 83 - El valle de los Cocuyos
P. 83

El Pajarero empezó su ataque corriendo de un lugar a otro para despistar a las

               aves. La entrada de la cueva era muy grande, lo que le facilitaba la tarea al
               Pajarero. A la primera piedra lanzada se formó una terrible algarabía. Algunas de
               las aves salieron de la cueva, pero la mayoría se quedó dentro protegiendo a su
               amo. El viejo reforzó su ataque y Halcón Peregrino, emitiendo su estridente
               sonido, penetró en la cueva obligando a algunas a salir.






               Cada pájaro tocado por las certeras pedradas del Pajarero caía, y de él solo
               quedaba un charco de agua.





               —El agua del Olvido —repetía el viejo para sus adentros.






               Jerónimo, que presenciaba al lado de Mariana la batalla del Pajarero y el Halcón,
               no pudo permanecer por más tiempo inactivo y, contrariando las órdenes del
               viejo, se llenó los bolsillos de piedras y se lanzó en ayuda de sus amigos antes de
               que Mariana pudiera impedírselo. Arrastrándose tras las grandes piedras,
               Jerónimo ganó la parte trasera de la cueva y con la agilidad de un gato subió a lo
               alto. Cuando el Pajarero lo vio, no pudo contener su grito:






               —¡Jerónimo!






               El niño no le prestó atención y a través de un hueco empezó a atacar a los
               pájaros enemigos. Algunos empezaron a revolotear en torno a él y a picotearlo.
               Cada picotazo producía no un dolor físico, sino algo más profundo, como si los
               picotazos fueran hechos a su mente y arrancaran a pedazos sus recuerdos y sus
               sueños.






               Tambaleándose y a punto de caer, Jerónimo seguía tirando piedras a las aves.
   78   79   80   81   82   83   84   85   86   87   88