Page 85 - El valle de los Cocuyos
P. 85
Eso fue más de lo que la Sombra pudo soportar. Completamente debilitada, sin
fuerzas siquiera para tomar los alcaravanes, el Espíritu salió arrastrándose.
Un espantoso rugido sacudió de nuevo el volcán y pequeños ríos de lava fueron
apareciendo por todas partes.
El Pajarero tomó en sus brazos los alcaravanes, cuyo plumaje, minuto a minuto
se volvía más brillante, como si la libertad devuelta les restituyera la luz que la
Sombra les había robado.
En ningún momento dejaron de gritar sus recuerdos y sus sueños y, en medio de
la algarabía de sus propias voces, emprendieron la marcha que los llevaría fuera
del volcán. Desde lo alto alcanzaron a ver a la Sombra entre las piedras,
debatiéndose entre la lava que empezaba a cubrirlo todo.
Ya era noche cerrada cuando llegaron al cafeto. A grandes rasgos el Pajarero
contó a su amigo la aventura que acababan de pasar.
—Va a haber una erupción —dijo el cafeto con voz anhelante.
—Sí —respondió Halcón Peregrino—. Y no creas que vamos a dejarte aquí. Voy
a llamar a los colibríes y entre todos arrancaremos tus raíces de esta tierra.
—¿Vendrás conmigo al valle? —preguntó el niño al árbol de café.