Page 56 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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otorgaron a la reina sus dones—, estaba más ansiosa de tener su momento

               estelar en una célebre historia, que de dotar a la niña de un raro don.

               Con una parsimoniosa cadencia, la minúscula hada se posó frente a la cuna
               desde donde Anjana la observaba y, sin querer, se le escapó un comentario, en

               una voz tan baja, que únicamente los reyes pudieron escuchar:

               —¡Ay!, pero a mí me dijeron que ésta sería la niña más hermosa jamás nacida en
               el Mundo de los Cuentos de Hadas.


               Meneando la cabeza, y con un gesto divertido ante tal comentario, el rey
               respondió:


               —Y lo es, ¿acaso necesita usted gafas, mi querida hada? Tenemos en el reino,
               como debe saber, un excelente oculista.


               —No quería ofenderlos, sus excelencias —dijo avergonzada y en forma
               atropellada el hada.


               —No lo ha hecho —respondió la reina con su melodiosa voz—. No habría
               forma. Incluso los seres mágicos cometen errores de juicio de vez en cuando. Tal
               vez requiera mirar nuevamente a la princesa, esta vez sin prejuicios y, de esa
               manera, se dará cuenta de que es, ciertamente, la más bella de todas las princesas
               jamás nacidas en los confines de este mundo. Le advierto que no encontrará
               destellos de sol ni labios que emulen rubíes ni ojos como los zafiros al alba. Lo

               que hallará, si se permite verlo, es a la más normal de las niñas que haya existido
               en nuestro mundo, y eso, querida hada, si usted lo reflexiona un poco, la
               convierte en la más hermosa de todas.


               Al hada la explicación de la reina no la acabó de convencer, pero sabía bien que
               su papel consistía en dotar a la niña de un raro don, así que la miró de reojo. No
               era fea lo que se dice fea, con efe de foca, sino que era más bien normal.
               Demasiado normal, en su opinión, para ser una princesa.


               —¡Oh, sí! —exclamó con falsedad—. Ya veo a qué se refiere. Sin duda, el
               Príncipe Azul quedará sorprendido al verla —agregó con ironía—. Es, sin duda,
               la más hermosa de las princesas.


               La reina, quien hacía tiempo desconfiaba de las absolutamente puras
               intenciones de ciertas hadas, se acercó para hablarle en secreto al oído. El
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