Page 57 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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público ansiaba el momento en que el hada otorgara el don maravilloso a la

               niña.

               —Quiero un don único para mi hija —cuchicheó la reina al hada—. Estoy
               enterada de la escasez actual de dones y estoy consciente de que sólo le

               corresponderá uno y no tres como en mis tiempos. Por lo tanto, he de rogarle que
               sea realmente único en nuestro mundo.

               —¿Realmente único?


               —Sí, nada de rayos de sol o la voz de las aves al cantar, ni gracia al andar:
               mucho menos eso de “ser amada por todos”, que ya de por sí identificar el amor
               de uno es difícil. No, nada de eso. Quiero que realmente le otorgue algo especial.


               El hada, cuya principal idea consistía en reducirle el tamaño de la nariz, pues le
               parecía demasiado grande, aunque no se atrevió a decirlo en voz alta,
               simplemente preguntó:


               —¿A qué se refiere exactamente, su majestad?


               —A un don del que todos los demás habitantes de este mundo carecemos.


               —Pero, majestad, ¿no estará sugiriendo que…?


               —Justo eso.


               —Si algún día alguien se enterara… —respondió el hada con voz temblorosa.


               —Esta niña será la esposa del más célebre de los príncipes de nuestro mundo y,
               por lo tanto, es posible que se enfrente al hechizo más tiránico. Por favor,
               pequeña hada, concédeme este deseo y toma a cambio lo que resta en mí de los
               dones que me fueron otorgados al nacer; revive en ti, a través de mi esencia, la
               magia que nuestro mundo está perdiendo, y cumple mi deseo, te lo ruego. Nadie
               lo sabrá.


               Cierto era que los dones de hadas madrinas escaseaban, y que sólo quienes
               tuvieran reservas de esa extraña magia podían aspirar a ser convocadas en las
               grandes historias. Así que el hada, a pesar de su temor a que se supiera que
               dotaría a la princesa Anjana con el don único que pedía su madre, accedió. Por
               su cabeza cruzó la idea de que, si todo resultaba bien, la princesa nunca
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