Page 54 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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—Lo que me molesta —dijo el rey, interrumpiendo los pensamientos de Puck,

               que él mismo había tenido— es que su futuro no dependerá de ella, sino del
               Príncipe Azul. Si él fracasa en su gran hazaña, mi Anjana será sólo…

               —Intenta no pensar en el peor escenario. Sabes que si tal príncipe resultara

               incapaz, tú y yo podríamos hacerlo.

               —Ja, ja, ja —rio el rey—. ¿De verdad nos ves en unos años empuñando una
               espada contra un monstruo?


               —No me veo ni siquiera ahora empuñando una espada contra criatura alguna.


               El rey comprendió que su comentario había herido a su amigo; después de todo,
               su propio abuelo había empuñado, hacía ya muchos años, su espada contra el
               pueblo de Puck, llamándolos monstruos y convirtiéndolos en sirvientes, como les
               llamaban, aunque también habrían podido decirles esclavos. Ante el silencio del
               rey, Puck continuó:


               —Creo que siempre hay formas de hablar con cualquier criatura de forma
               civilizada.


               —¿Crees poder convencer pacíficamente a la Bruja del Mar de no lanzar su
               hechizo en caso de que a ella le toque maldecir a mi hija? —preguntó el rey
               arqueando una ceja. El gnomo sonrió de buena gana.


               —Aun con ella lo intentaría. Siempre, Iker, hay una razón para nuestros actos,
               incluso si éstos son malvados. Si uno aprende a observar podría hallar la
               respuesta a algo tan complicado como el odio en el corazón de la Bruja del Mar.


               —¿De verdad piensas eso?


               —Me gusta pensarlo, pues me ayuda a dormir por las noches.


               La mirada de camaradería, de amistad entre Puck e Iker se interrumpió al
               abrirse la puerta por la que se asomó una dama que invitó al rey a pasar para
               conocer a su hija. Sí, su hija: una princesa.


               La reina estaba recostada sobre un lecho mullido y cálido. Tenía entre sus
               brazos un diminuto bulto de cabellos revueltos y cara rojiza. Anjana abrió los
               ojos para su padre por primera vez, y a él casi se le doblaron las rodillas. La
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