Page 17 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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disfruté decir su nombre en ese momento en que ninguno de los Escorpiones
podía hacerme nada) le había intentado dar un balonazo a Tania para después
burlarse de nosotras.
—Pero fue un accidente, en cambio ella me dio un golpe a propósito. Anda,
díselo —protestó molesto el Bicho.
—Te lo merecías, tonto —contestó furiosa Tania.
Entonces, la maestra sacó sus lentes. Todos sabíamos que cuando se colocaba
sus anteojos no podías hacer nada. No importaba qué dijeras, ella sabría si
mentías o no. Y mientras se los ponía, le preguntó a mi amiga:
—¿Le pegaste, Tania?
Mi amiga, avergonzada, bajó la cabeza. Entonces la maestra nos miró y nos dijo
preocupada:
—Veo que tendrán problemas.
—Claro que los tendrán.
Era la voz de la doctora Gardel, la directora de la escuela. Le decíamos doctora
porque había sido médica en el viejo hospital y como era de los doctores
especialistas que reciben a los niños, había ayudado a nacer a casi todos los del
pueblo. Era, de acuerdo con la opinión de la gente, la mujer más respetable del
pueblo, y también decían que de las más viejas. Por eso no tuvo problema para
convertirse en directora de la escuela cuando se retiró de la medicina, aunque a
mí me parecía que ya estaba muy anciana para andar trabajando de lo que fuera.
La doctora se acercó a atender al Bicho:
—A ver, ¿te puedes parar?
El Bicho apenas pudo pronunciar un sí, muy parecido al que hubiera dicho un
moribundo en su cama si le hubieran preguntado si quería seguir viviendo.
—No te preocupes, estarás bien, sólo te sacaron el aire —dijo la doctora,
mientras lo ayudaba a hacer un ejercicio levantándole los brazos para que tomara
aire. Entonces continuó—. Voy a ponerle un castigo ejemplar a quien hizo esto.