Page 19 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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               “TODAVÍA NO HAN ENCONTRADO a la señora Lulú. Tengo un mal
               presentimiento de todo esto, hija. Por eso quiero que te vayas a la casa y no

               salgas en toda la tarde. Voy a ver a José después de salir del trabajo, así que llego
               un poco más tarde.”

               Estaba caminando con Tania rumbo a nuestras casas cuando me llegaron estos

               pensamientos de mi mamá.

               —¿Qué pasó, tú? ¿Por qué de pronto te quedaste callada? —me preguntó mi
               amiga con extrañeza, mientras me tocaba el hombro.


               —Mi mamá me mandó un pensamiento. Dice que no se sabe nada todavía de la
               señora Lulú.


               —Es una pena que la tía de Mario esté enferma de gripa, si no ella podría
               encontrar su pista.


               Seguimos caminando, pero arrastrando los pies, como si los tuviéramos
               enterrados en un cajón de arena y buscáramos sacarlos a cada paso, tan sólo para
               volver a enterrarlos, como se avanza cuando no se quiere llegar a donde se tiene
               que ir. Entonces Tania dijo con dificultad, como sacando las palabras del mismo

               cajón de arena:

               —¿Y si la doctora tiene razón?


               —¿La doctora?


               —Mientras me daba el aviso para mis papás, oí que le habló una trabajadora de
               una oficina del gobierno que se dedica a encontrar personas desaparecidas para
               preguntarle por la señora Lulú. ¿Y qué crees que dijo? Dijo que no sabía nada, y
               También les dijo que creía que la señora simplemente se había ido a visitar a
               algún pariente.


               —Pero ella no tenía parientes.
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