Page 118 - Un abuelo inesperado
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               NI QUE DECIR TIENE que mi abuelo y yo nos quedamos boquiabiertos al ver

               abrirse el maletero, como si mi padre fuese un mago famoso y de su interior
               fuera a salir una bandada de palomas blancas.

               Ni que decir tiene que la llave se la quedó mi abuelo. Esa y la de contacto.

               Aquellas dos llaves que mi padre siempre llevaba, como un amuleto que atrajese
               la buena suerte. Otros llevan una pata de conejo; mi padre, las llaves del coche
               con el que recorrió sus primeros kilómetros.


               Ni que decir tiene que mi padre se quedó los libros. Libros que mi abuelo había
               quitado, estantería incluida, para trasladarlas al cobertizo y almacenar allí la
               conserva del año. Los mismos libros que poco a poco se llevaba al restaurante
               para disfrutar de su lectura.
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