Page 117 - Un abuelo inesperado
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–Muy fácil: mi postre favorito, mousse de yogur –dijo mi padre, totalmente

               convencido. Acertando en la diana.

               Y todos aplaudimos. No digo a rabiar, tampoco a caviar. Pero aplaudimos.
               Bueno, todos no, Tarzán ladró contento.






               Pero lo mejor fue cuando papá se acercó al coche. Dio tres pasos y, con
               tranquilidad, se metió la mano en el bolsillo del pantalón, sacó el llavero de
               cuero que le habíamos regalado para su cumpleaños, buscó una llave en concreto
               y la metió en la ranura. Giró la muñeca y el portón se abrió. Papá escudriñó el
               contendido, se volvió y nos sonrió. Feliz, mostrando el pulgar hacia arriba.


               Todos corrimos hacia el coche. Mi abuelo, como un chaval; yo, como lo que era.


               –¿Cómo lo has abierto? –preguntó mi abuelo, casi sin resuello.


               –¡Eso! ¿Cómo? ¿Cómo? –dije yo.


               –Con la llave –dijo mi padre sacándola de la cerradura y mostrándonosla, sin
               saber muy bien a qué obedecían nuestras caras de asombro, de no creernos aquel
               milagro.
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