Page 7 - Un poco de dolor no daña a nadie
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FELIZ DÍA DE LOS MUERTOS
CUANDO Ariel se enteró de que la fiesta de Halloween se suspendería, le
dieron ganas de aventarle algunas verdades en la cara a la directora de la
secundaria. Durante el homenaje del lunes aprovechó para lanzar una arenga en
favor del Día de los Muertos, “que es más nuestro y genuino”, y arremetió, casi
con lágrimas en los ojos, contra las costumbres extranjerizantes y nocivas que
lastimaban la idiosincrasia nacional. Ante tanto entusiasmo derramado, daban
ganas de morirse en aquel instante para ser festejado el siguiente 2 de
noviembre.
Todo el año se había esmerado en ir recaudando cada elemento necesario para
elaborar el mejor disfraz. Esta era su mejor oportunidad de obtener el codiciado
premio, que los dos años anteriores se le había escapado por un pelito: un viaje a
Mazatlán para dos personas, con todos los gastos pagados. Soñaba hasta babear
con Jimberly Jocelyne, la chica más guapa del 3°B.
Apenas si pudo reunir los 300 pesos que exigían como pago para entrar al
concurso. Si no hubiera sido porque vendió los portarretratos de plata donde
descansaba la foto de la abuela, y algunos cuchillos y cucharas que robó de la
alacena, no habría conseguido pagar esa cantidad. Valía la pena arriesgar un
poco con tal de obtener el ansiado premio.
¿A quién que estuviera en su sano juicio podía importarle la celebración del Día
de los Muertos? ¡Pues solamente a los ñoños, amantes de los altares y las
ofrendas, de las calaveritas de azúcar y de Frida Kahlo! En esta ocasión se había
esmerado como nunca en confeccionar su disfraz y en diseñarse un aspecto
terrorífico y repulsivo. Estuvo revisando trucos y artimañas para perfeccionar su
caracterización: encías sangrantes, dientes podridos, ojos colgantes, dedos
descarnados hasta el hueso, una sonrisa enferma, una mirada desquiciada, el traje
en ruinas, los zapatos rotos, las uñas verdosas. Y la gran cicatriz de forajido del
viejo Oeste era tan convincente como su aspecto de zombi recién salido de la
sepultura.
Se miró de reojo en el espejo y le dio miedo. Parecía otro el sujeto que lo