Page 17 - El sol de los venados
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–Ésta era la vieja estera… –dice el abuelo, dando más largas al comienzo, y a mí
               me va entrando como una rabia. Al fin, el abuelo empieza a soltar los cuentos y
               la noche se llena de seres miedosísimos como la Patasola, la Llorona, los ogros

               que persiguen a los niños y las madrastas malvadas, pero también de reyes,
               príncipes, princesas y hadas. El abuelo cuenta y cuenta, hasta que papá comienza
               a toser para indicar que ya es tarde y que debemos irnos a la cama. El abuelo
               toma entonces una vieja guitarra que rueda por la casa y nos canta una canción
               del zancudo, un mosquito muy distinto a los chiquititos que pican. El zancudo de
               la canción es gigantesco, un cazador lo mata y con sus huesos fabrica peines, y
               con su cuero, muebles. Cada vez el abuelo inventa una estrofa diferente. Medio
               dormidos, vamos todos juntos al baño por si acaso está por ahí la Patasola o el
               hombre sin cabeza.






               Una noche que vimos reflejada una mano enorme en la pared del patio, salimos
               gritando despavoridos. La abuela y mamá corrieron a ver qué pasaba se rieron
               cuando nos mostraron que “la mano” no era otra cosa que un pañal de José.






               Cuando el abuelo está en casa, no salimos a jugar a la calle por la noche. Es más
               lindo oír todas esas historias que el abuelo guarda en su corazón. Y muchas,
               como él mismo dice, son de primera mano, es decir, que él las ha vivido. Una
               vez, por ejemplo, se encontró con la Patasola, hace tiempo, cuando era joven.
               Tatá se burla del abuelo y no le cree. Yo sí.






               Mientras escuchamos los cuentos del abuelo, la abuela Flora oye novelas en la
               radio. Pega el oído al aparato para no perderse ni una sola palabra. A veces, la
               abuelita llora oyendo sus radionovelas: así como a mí se me hace un nudo en la
               garganta cuando leo La historia de una madre o La niña de los fósforos. Esos
               cuentos se los inventó un señor llamado Andersen en un país lejano donde hace
               muchísimo frío; al menos, eso fue lo que me dijo Ismael. Ismael me dijo también
               que si Andersen hubiese vivido en nuestro pueblo, había escrito un cuento sobre
               “los tiznados”. Bueno, esto es un apodo que la gente le puso a una familia que
               vive en nuestra calle, porque uno de los hijos, que es tullido, tiene además una
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