Page 18 - El sol de los venados
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enorme mancha roja en la cara. Todo el mundo los llama “los tiznados”, hasta yo

               misma. Nadie los visita, ninguna persona del vecindario se acerca a esa casa y
               nadie los saluda. Sólo la abuela saluda a la madre, una mujer alta y muy erguida
               que a mí me parece muy bonita. Cuando una vez le pregunté a la abuela por qué
               nadie quería a “los tiznados”, me dijo:





               –Mijita, la gente tiene sus resabios.






               –¿Cómo, abuelita?






               –No seas preguntona, que ésas son cosas de mayores –me respondió mientras me
               ponía en las manos un tazón para que le ayudara a escoger las lentejas.






               La abuela, como todas las personas mayores, cree que nosotros los pequeños no
               sabemos nada. Carmenza me dijo en una ocasión que la mamá de “los tiznados”
               no se había casado y que por eso la gente no la quería.






               Cuando paso frente a la casa de “los tiznados”, lo hago despacito y veo allá en el
               corredor de tablas lavadas al tullido que mira el cielo como si contara las nubes.
               Y me da mucho pesar, y pienso que somos todos muy malos con ellos.
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