Page 23 - El sol de los venados
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–También me han tomado una radiografía –dijo Tatá con aires de importancia.






               Mamá miró a papá como preguntándole algo.






               –No, no te preocupes, que no es nada grave –dijo papá.





               La abuela los miró aliviada y trajo luego una taza de café para papá y una de
               leche tibia para Tatá.






               Por la noche, papá y mamá fueron a casa de María a hablar con sus padres.
               Después, supimos que las castigaron a todas. Papá no se quiso quedar atrás y nos
               prohibió salir a jugar a la calle durante una semana. Cuando le dije que Coqui, el
               Negro y yo no estábamos en la calle cuando la pelea, me respondió que la ley era
               para todos.






               Esa noche sentí que quería más a Tatá. A veces, nos peleamos. No le gusta que
               ande detrás de ella, dice que soy chiquita y que no debo meterme con las niñas
               mayores. La verdad es que a Tatá le gusta andar con las señoritingas de nuestra
               calle para poder hablar de novios. A mí no me importa lo que hablen, yo sólo

               quiero estar con Tatá porque ella es la más inteligente y ella es la que siempre
               dirige los juegos.





               La tarde en la que Tatá recibió la pedrada, temblé de miedo sólo de pensar en
               que no se despertara. Y qué habría sido de mí sin Tatá y qué habría sido de
               nuestra calle, de mamá, de papá, de la abuelita, de la escuela, porque Tatá es un

               personaje en la escuela, y qué habría sido de Coqui, del Negro, de Nena y de
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