Page 139 - El disco del tiempo
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lengua. La exaltación del remoto pasado de su isla vino a sustituir la pasión por
Marx, y la reciente insinuación en el Parlamento griego de la conveniencia de
adoptar el alfabeto latino para integrarse todavía más a la comunidad europea,
había despertado en él a la antigua bestia. Cualquier alusión a la posibilidad de
practicar pruebas científicas de datación al Disco de Festos provocaba en Mijalis
una cólera de cíclope.
—¿Qué somos? —continuó Dimitri—, los parientes pobres de la comunidad
europea. Los pequeños hermanitos que siempre pierden en las Olimpiadas… Los
pintorescos y folclóricos y tolerados griegos.
—Yo soy cretense —gruñó Mijalis.
—Somos griegos —prosiguió el profesor— y nuestro destino es peculiar: un
presente mediocre con un pasado glorioso. Un pasado estudiado por los
especialistas y cada vez más desconocido por las grandes masas, por la gente
común y corriente que habita no solamente nuestro país, sino el mundo. Para que
ese pasado se conozca, se me ocurrió idear el juego–investigación en el que
involucré a esos muchachos.
—A esos ignorantes…
—No son ignorantes. Te sorprenderías al constatar lo que sabe el chico francés
sobre el Disco de Festos.
—Me da igual. Los franceses o los americanos acabarán por robarnos el disco,
como los ingleses robaron los mármoles del Partenón, ¡punta de piratas!
—No, Mijalis, no es así. Y además el disco es solamente un objeto, un artefacto
con un gran valor histórico, no es una reliquia ni un ídolo, ni una máquina del
tiempo.
—Eso es lo que tú dices, tú y tus ridículos colegas. Los que afirman que el texto
no se puede descifrar y que no está escrito en griego, ¡bah!, yo lo leo cuando
quiero. Hace muchos años que resolví el misterio y esos signos que han acabado
con la paciencia de tantos se me revelaron en su mensaje sublime. Te lo dije,
¿recuerdas?, te llamé por teléfono, en la madrugada, el día que tuve la intuición
y resolví el misterio.
Dimitri guardó silencio. Admiraba la pasión de Mijalis, pero no podía aceptar su