Page 144 - El disco del tiempo
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NURIA y Philippe tomaban su desayuno griego en una diminuta terraza en la
casa de Kyria Vroula, desde ahí veían los techos de las casas, las antenas de las
televisiones, los cables y los perfiles de las montañas azules. Marco se había ido
temprano a caminar y a comprar artesanías antes de la cita con Dimitri en el
museo de Herakleion.
—Debo decirte algo Nuria.
La joven levantó los ojos y dejó su taza de café sobre la mesa, estaba
ensimismada. Traía el disco en el bolsillo de su amplia chamarra, metió la mano
en él para tocarlo, sí, ahí estaba.
—Dime, Philippe.
—Juré por Francia y por el disco no decir esto a nadie, pero ahora intuyo que un
peligro nos acosa. Aceptamos a la ligera y con entusiasmo embarcarnos en esta
aventura, y no sabemos cómo va a resultar, quiero protegerte y protegerme.
Nuria miró hacia la lejanía, y regresó la mirada hacia el rostro de Philippe.
—Te escucho.
—El día que fuimos al museo por primera vez, cuando tú ya te habías retirado,
yo externé mi deseo de ver de cerca una pieza que me interesa mucho, el
llamado anillo de Minos. Ahí estaba Dimitri y gracias a sus influencias pude ver
también el Disco de Festos en la oficina del director, a ojo desnudo, sin
intermediario, ¡y descubrí que no era el auténtico disco!, que era una
falsificación, una copia con la que alguien sustituyó al verdadero.
—El verdadero… —Nuria repitió las palabras de Philippe con una voz
monocorde. (¿El verdadero? ¿Cuál era el verdadero?)
—Juré por Francia, mi patria, a la que amo y por el disco, mi obsesión, que no
diría nada, pero intuyo que un peligro nos acosa, a ti y a mí. Aceptamos
demasiado a la ligera venir a Creta con boletos pagados para estudiar un
precioso objeto, las cosas se complicaron, el disco fue robado, yo lo descubrí. Se
me pidió complicidad y silencio y me pregunto si todo esto no será una trampa.