Page 135 - El disco del tiempo
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conviene apresurarlas, dada la edad del novio…
—Deja que yo arregle mis nupcias, padre.
—Eres tan voluntariosa e independiente como yo. Tengo sin embargo, una
inquietud: Dédalo me ha dicho que el rey Minos juró matarlo. Con su poderosa
flota, no tardará en llegar hasta acá y tal vez tome represalias con los anfitriones
de su enemigo.
—Dédalo es más inteligente que Minos. Y llegado el momento, yo lo protegeré.
—Pues si es así, adelante. Además, ya es tiempo de terminar con la hegemonía
de los de Creta. Se llevan nuestro trigo como si no tuvieran bastante en sus
fértiles llanuras; se beben nuestro vino como si sus gigantescas y panzudas
ánforas no contuvieran lo suficiente para saciar la sed de sus cien ciudades. Si
pudieran, meterían la totalidad de nuestro ganado en sus ligeras embarcaciones
para engrosar los rebaños de Minos.
—Padre, ¿podrías preguntarle a Dédalo qué verdad hay en la historia de Pasífae
y el toro? Esa que cuentan los marineros…
—¿Que la reina se metió en una estatua de vaca para apagar su deseo con un
toro?
Cócalo prorrumpió en una risotada más propia de carretonero que de rey.
—¡Viejo zorro! Esparció ese rumor y engañó al mismísimo Minos. Como
quieres casarte con él, es justo que sepas quién será tu marido. Cometió adulterio
con la reina en las narices del rey. Engañó a todos con el cuento de la maldición
de Poseidón. ¡Ja! Como si a Poseidón le importara… Lo cierto es que en esta
historia de vacas y toros, el único cornudo fue Minos.
Sikelia se mordió los labios, disgustada, y súbitamente se sintió muy celosa de
Pasífae, la antigua reina a la que ella hubiera deseado parecerse.