Page 95 - Sentido contrario en la selva
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—Me temo que sí —dijo Ricardo.
—¿No será cardamomo? Mira que también exportan cardamomo, es
cotizadísimo… —sugirió Sita esperanzada.
—En la tele lo prueban con la punta de la lengua… —dije sintiéndome estúpido
conforme avanzaba mi frase.
—¡Ni se te ocurra! —exclamó Sita.
—¿Cómo crees? —dijo Claudia con una mueca.
—No hace falta —cortó Ricardo—, desafortunadamente —añadió.
Emilio lo miró alzando las cejas. Ricardo asintió con la cabeza. Se veía sombrío.
—Llamaré por el satelital —murmuró Emilio.
—Yo hablé por la mañana con la oficina de Medio Ambiente, antes de
confrontar a Pedro. Ya había yo revisado los costales… —explicó Ricardo,
mirándome de lado.
—Nada más diles que revisen bien la avioneta —agregó.
Mi momento de gloria había durado una fracción de segundo. Mis argumentos
para justificar tantas horas de televisión se esfumaron dejándome una extraña
sensación de malestar.
—Como en la tele… —murmuró Sita sin mirarme.
—Pero sin anuncios… —añadí sin mirarla.
Nos había caído encima un montón de tristeza. Poco a poco nos fuimos
encaminando hacia el comedor, desorientados y cansados.
Carmita había desempacado los víveres y miraba extrañada algunas cosas que no
conocía. Esa noche cocinaría Norma. La cena de despedida iba a poder realizarse
a pesar de todo lo ocurrido. El único ingrediente que faltaba era el buen ánimo.
Sita propuso algo.
—Síganme. No pregunten nada.