Page 92 - Sentido contrario en la selva
P. 92

Donde cuento lo que pasó en la noche antes de lo que

               pasó en la tarde, pero más complicado es el corazón…







               ERA DE NOCHE. El día había sido largo, la tarde también. Pero ahora era de
               noche, noche. Los demás seguían en la palapa–comedor disfrutando de la
               sobremesa, mientras que Claudia y yo nos alejábamos un poco. Don Tomás de
               Pablos había disfrutado de la cena y del vino, resultaba que era muy gracioso
               cuando no hablaba de las culturas antiguas. Las carcajadas llenaban la noche.
               Claudia y yo mirábamos la luna llena sentados en el muelle donde nos sentamos
               la primera vez que nos vimos.


               —Claudia —empecé tan elocuentemente como siempre— hay algo que quiero
               decirte…


               Y el resto de mi discurso que ensayé, porque ensayé en un momento durante la
               tarde de este largo día mientras todos se iban a dormir la siesta, después de lo de
               Pedro, y de los preparativos para la cena… el resto de mi declaración, pues, no
               se oyó porque nos besamos. Caminando al cruce de caminos donde tenía una cita
               con C´ayum, y a lo largo de más de un kilómetro fui repitiendo y recitando lo
               que le diría esa noche: que supiera cómo había dejado de respirar el día que la vi
               llegar al campamento por primera vez, que supiera que las cosas en mi vida se
               dividen en antes de Claudia y después de Claudia, que me asustaba la distancia y
               la despedida, que me había hecho amar la selva, que nadie, nadie será tan
               hermosa como ella…


               Ricardo había sugerido algunas de estas líneas con las cuales no me sentía tan
               cómodo. Que la amaba, era la única línea cuya firma era realmente mía, aunque
               al llegar al cruce de caminos, sentí que no me atrevería a decirlo, era más fácil
               mirar al jaguar a los ojos que decirle a Claudia la verdad de lo que sentía. De
               dónde aprendería yo que decir “te amo” era ridículo, peligroso, mortal o infantil.

               En la tele, por cinco mujeres que dicen te amo sólo hay un hombre que dice lo
               mismo y, por lo general, se va a la guerra o se muere después de decirlo. No sé
               qué conclusiones sacaría mi mente, que ahí en el cruce, esperando a C´ayum que
               prometió venir y no llega, yo ando pensando en huir, en no enfrentar a Claudia,
   87   88   89   90   91   92   93   94   95   96   97