Page 99 - Sentido contrario en la selva
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Donde sigo contando medio en desorden, y los sentidos

               contrarios llenan la selva…







               ¿ALGUNA VEZ HAN ESTADO en alguna fiesta donde parece que hubiese…
               no encuentro la palabra… magia, pero es una palabra muy cursi, encanto…
               bueno, puras palabras que usan las mujeres… duende, dice mi abuela, duende
               está mejor… Así fue nuestra fiesta. A Claudia le brillaba el pelo, y los ojos, Sita
               reía de todo, Norma y Emilio se besaban sin pena, Ricardo sonreía, pendiente de
               que los vasos no quedaran vacíos, que la luz del quinqué fuera suficiente, que la
               antorcha contra los mosquitos no molestara a Sita, que se reía tanto, que hasta

               tosía con el humo. Ricardo parecía disfrutar de que los otros disfrutaran. Don
               Tomás de Pablos se olvidó de su importancia, de su seriedad, perdió la
               pesadumbre en que lo tenía el estado de la arqueología en México, se aflojó y
               contó un montón de mitades de chistes, no sé si porque no se acordaba del final
               o porque no hacía falta contarlos completos, porque igual Sita y los demás se
               reían un montón. Claudia miraba sorprendida a su padre, después me miraba a
               mí, y yo sentía que la palapa desaparecía: estábamos de vuelta en la orilla de la
               cascada, el corazón se me alborotaba y creí que se oía en toda la selva, hasta que
               todo regresaba lentamente a su lugar, la palapa, el pulso y las risas.


               Y ya saben que la noche terminó en el muelle con pocas palabras y con Claudia
               poniéndose las plumas, k´uk´um, en los aretes que traía. Mi yukunalak´ recibió
               las plumas. Contento yo estoy. Estoy yo contento. Yo estoy contento. Contento
               estoy yo. Yo contento estoy.


               Claudia me regaló un costalito lleno de semillas de la selva, muchas de la ceiba
               plateada y otras más. Por un momento me imaginé una casa donde hubiera un
               jardín con una enorme ceiba, y la voz de Claudia en el interior de la casa,
               llamándome. Me asusté, me asusté de mi pensamiento, de la capacidad que había
               heredado de Sita para ilusionimaginar, así es el verbo que describe lo que Sita
               hace y que no le trajo nada bueno. Me asusté de ver que había heredado ese
               rasgo, mi corazón se entiesó y empecé a buscar razones por las cuales no me
               importaría dejar a Claudia, o que ella me dejara, razones por las cuales sería
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