Page 120 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Miércoles 29 de julio de 1942
Volvimos a nuestras actividades. Tanto el lunes, como el martes y hoy estuvimos
haciendo guardia frente al cuartel enemigo. Lo malo es que esta tarde el enemigo
lanzó su artillería y tuvimos que iniciar la retirada. Mañana pensaremos en algo
mejor para aproximarnos.
Era imposible que saliéramos a patrullar sin que, al dar la vuelta en Enrico
Martínez, el Coronel no dirigiera una mirada a la ventana que sabía que
correspondía al número 15 de la vecindad. Era imposible que no se detuviera a
atarse las agujetas o a acomodarse el rifle. Y tal vez por ello es que ninguno de
esos días dejamos de ir a patrullar.
Nos apostábamos en la banqueta de enfrente del edificio en el que vivía Bola de
Arroz. Ahí nos sentábamos a dibujar, a jugar al gato o a planear nuestras
estrategias. Pero en ninguno de esos días salió para nada Bola de Arroz. Seguro
que estaba decidiendo su próximo movimiento en vista de la derrota que le
habíamos hecho pasar hacía unos días.
El miércoles, no obstante, cuando estábamos de lo más aburridos, ocurrió que
Bola de Arroz se asomó por la ventana. Y casi enseguida volvió a meterse. El
Coronel supo de inmediato que algo estaba por suceder y me dijo que me
previniera. Yo imaginé que el enemigo sacaba una bazuca por la misma ventana
y la dirigía hacia nosotros, haciéndonos volar en pedazos. En cambio, lo que
ocurrió fue que apareció por la puerta la mismísima mamá de Bola de Arroz.
Seguros de que nos reclamaría que estuviésemos ahí espiando, echamos a correr
en dirección contraria. Y no paramos hasta llegar al costado de la vecindad desde
donde fácilmente nos hubiera podido divisar alguien que mirase por las ventanas
de algún departamento. Digamos, desde las del número 15, por ejemplo.
Sun Tzu ha dicho: “Si los enviados hablan en términos corteses es que el