Page 116 - Diario de guerra del coronel Mejía
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—Seguro que está lleno de tonterías —comentó el Coronel.


               —Ni tanto. El protagonista principal es todo un guerrero.


               —¿Con ese nombre tan tonto? ¡ Ja! No creo.


               En aquel entonces el personaje de J.M. Barrie no era tan famoso como hoy. La
               película salió hasta 1953, once años después, así que era imposible que el
               Coronel supiera algo del chico de orejas puntiagudas que nunca se hizo mayor.


               —Te lo juro. Hay una parte en la que, en una situación del todo desesperada, se
               prepara para morir como un héroe. ¿Sabes cuál es la frase que dice?: “Morir será
               una gran aventura”. A mí, la verdad, me daría miedo morir. Pero tú, como gente
               del Ejército, debes también considerarlo una gran aventura, ¿o no?


               —Por supuesto que sí. Moriría en cualquier instante.


               En ese momento el tío Manolo abrió el periódico en toda su longitud. En medio
               había una nota sobre un hombre que había muerto electrocutado. El Coronel
               miró hacia otro lado pues la foto estaba bastante fea.


               —¿Y el cabo Ipana? ¿También estaría dispuesto a morir en cualquier instante?
               —cuestionó el tío, dando vuelta a la hoja y mostrando otra nota que contaba que
               un hombre había sido encontrado ahogado en el río de la Piedad.


               —Claro. El cabo Ipana puede ser un cobarde pero, antes que nada, es un patriota.


               —Eso es bueno —remató el tío.


               Entonces, el Coronel se sintió con la confianza de preguntar.


               —¿Es cierto que tú y el almirante Salomón se odian a muerte?

               —¡Qué tontería! ¡Claro que no! Que yo no esté de acuerdo con lo que él piensa
               no significa que no pueda quererlo. A fin de cuentas es mi hermano, Poncho,

               aunque sea un cabeza dura. ¿Quién te contó eso?

               La verdad no se lo había contado nadie. La señora Mejía le había dicho alguna
               vez a Poncho que sus hermanos eran muy distintos y que al tío Manolo no le

               gustaba que su hermano fuera soldado. Pero sólo eso.
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