Page 111 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Viernes 24 de julio de 1942
Después de una larga convalecencia, hemos decidido volver a la guerra el
próximo lunes. El cabo Ipana estuvo enfermo y eso nos impidió entrar en acción,
pero ahora se encuentra mejor, según el reporte de la enfermera Sofi. Así que a
partir del lunes tomaremos de nuevo las armas. Y prometemos no dar tregua al
enemigo, por el bien de nuestra nación y de nuestras familias.
Es verdad que estuvimos fuera de servicio un tiempo, pero no porque yo hubiera
caído enfermo, ¡qué va! Lo que pasa es que, desde aquel lunes en el que se
iniciaron las hostilidades, el Coronel había estado muy cabizbajo. Probablemente
porque todavía no sabía si debíamos tomar prisionero a Bola de Arroz o
aniquilarlo. Pero aquí se ve que, como dice la señora Mejía, “no hay mal que por
bien no venga”. Gracias a que el Coronel estuvo así de afligido, ocurrió un
pequeño milagro: el jueves Sofi Fuentes se le acercó en el recreo.
—¿Qué te pasa, Poncho? ¿Tienes algo?
El Coronel había dejado de pensar en Sofi Fuentes todos esos días, dado el peso
que sentía todavía sobre los hombros, y que era como llevar encima una mochila
enorme con paracaídas, rifle y municiones.
—No, Sofi. Nada.
—Ya no te he visto patrullar la calle.
Hay momentos en la vida de todo militar que se parecen mucho a la felicidad. Y
en la vida del Coronel, ése fue uno, acaso mejor que ganar una muy feroz batalla
o conquistar un fuerte enemigo. Él ignoraba que Sofi Fuentes lo veía a veces
desde su ventana cuando salía de la vecindad para patrullar el barrio.
—Es que el cabo Ipana ha estado enfermo —mintió el Coronel.
—Ah. ¿Y qué es lo que tiene el cabo Ipana? —preguntó Sofi.