Page 125 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Así que al día siguiente, el viernes, tuvimos que apersonarnos de nuevo en la

               esquina sin disfraz ni nada.

               —Cabo. Algo me dice que hoy sí tendremos que abrir fuego. Esté atento.


               —Bien, mi Coronel. Yo espero la orden.


               Estábamos muy parados frente al edificio blanco de General Prim, esperando
               cualquier signo que delatara la presencia de Bola de Arroz en su casa cuando,
               súbitamente, una mano se posó en el hombro del Coronel.


               —Hola.


               Casi nos morimos del susto al voltear. Se trataba del general enemigo, la madre
               de Bola de Arroz, que venía de la tienda. El Coronel se quedó mudo. Y yo
               también.


               —Te he visto muy seguido por acá. ¿Por qué no pasas a jugar con Ryoji? —dijo
               ella, con una sonrisa que no parecía de alguien malvado. Pero con el enemigo
               siempre hay que estar listo.


               —Anda, será bueno para los dos, estoy segura —insistió la señora, dado que mi
               Coronel no respondía. Y seguía sonriendo.


               Así que caminamos al lado del general enemigo. Supusimos que se trataba de
               una tregua y quitamos el dedo del gatillo de nuestras armas.


               —Yo soy la señora Matsui, la mamá de Ryoji. ¿Tú cómo te llamas?


               —Alfonso —contestó mi Coronel.


               —Mucho gusto, Alfonso. Hay que tener cuidado con ese rifle, ¿eh? Podrías darte
               un ligazo.

               Entramos al edificio y subimos las escaleras en completo silencio. Podía ser una

               trampa. Entramos al departamento, pero antes la señora se quitó los zapatos.

               —No tienes que quitarte los zapatos si no quieres —le dijo a mi Coronel—, pero
               si lo haces, sería un bonito gesto.
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