Page 21 - Diario de guerra del coronel Mejía
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péndulo.
—¿Cómo son los alemanes? —preguntó el Coronel a su padre.
—Muy rubios. Toman cerveza. Y sus óperas suenan Pom po po póm.
Desde luego, el señor Mejía estaba pensando en las óperas de Wagner que oía en
su programa sinfónico.
—¿Y los italianos?
—Son más morenos. Toman vino. Y sus óperas suenan Tirulirulí.
Pensaba en las óperas de Rossini.
De los japoneses no preguntó nada el Coronel porque todo el mundo reconoce a
un chico japonés cuando lo ve.
—¿Y todos son muy malos?
—Come, Poncho —volvió a decir la señora Mejía, quien todavía tenía que
bañarse, arreglarse, ir a la plaza a comprar comida y volver para ir a misa.
—No creo que todos —dijo el señor Mejía, pensando en la posible existencia de
algún oficinista italiano que pudiera recibir el periódico los domingos y lo leyera
también empijamado en la comodidad de su casa.
—Yo creo que sí —alegó el Coronel—. Si les declaramos la guerra, todos son
nuestros enemigos. Y eso significa que nosotros somos los buenos y ellos los
malos.
—Come, Poncho, por amor de Dios —insistió la señora Mejía, que quería llevar
al Coronel a la plaza para que la ayudara con la bolsa del mandado.
—Bueno… Alemania y Japón están muy, muy lejos —dijo el señor Mejía,
interesado ahora en la parte del periódico en la que hablaban de su equipo
favorito de futbol: el Asturias.
—Y también Italia.
—Y también Italia.