Page 71 - Diario de guerra del coronel Mejía
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—No, señora. Nosotros sólo cumplíamos con nuestro deber.


               —Ah, qué muchacho.


               Y diciendo esto, le acarició el cabello al Coronel y cerró la puerta a pesar de que
               tanto él como yo no le quitábamos la vista al interior de la casa para ver si
               veíamos por la rendijita a Sofi.


               Fue una pena que nos cerrara tan pronto la puerta porque sé que el Coronel tenía
               la intención de preguntarle a la señora si no quería que acompañáramos a Sofi de
               la escuela a su casa y evitarle esa vuelta al señor Fuentes, que siempre iba por
               ella, tanto a la una como a las cinco de la tarde.


               —Vi cómo estaba mirando a la señora Fuentes, cabo Ipana.


               —¿Yo, Coronel?


               —Sí, usted. Sé que es bonita la señora pero usted no debe tomarse tales
               confianzas. Tendrá que hacer varias sentadillas. Y luego, lo voy a arrestar por
               cinco o seis horas.


               —Está bien, mi Coronel.


               Al volver al patio de la vecindad, ya iba a empezar a hacer mis sentadillas
               cuando aparecieron Tavo y Rodrigo por la puerta del zaguán. Y con ellos iban
               Estrada y otros. Por eso mi Coronel me ordenó:


               —Retirada, cabo.


               Intentamos correr hacia nuestra casa, hacia el número 3, pero nos cerraron el
               paso.


               —¿Qué te pasa, Dumbo? ¿Viste un fantasma o qué? ¿Por qué corres? —dijo
               Tavo.


               El Coronel no decía nada. ¡Había que ver su valor!

               —Yo creo que quiere volar con sus orejotas —dijo Estrada, dándole un
               papalotazo a una de las orejas de mi Coronel. Un papalotazo es cuando alguien

               hace palanca con el índice y el pulgar para pegar fuertemente con el índice.
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