Page 70 - Diario de guerra del coronel Mejía
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solicitarle los servicios del batallón para acompañarla al mercado, pero por más

               que dimos vueltas al patio, la señora del 15 nunca se asomó. Ni tampoco su hija.

               —Cabo, hay que subir al departamento 15, tengo un mal presentimiento —dijo
               el Coronel después de la octava vuelta.


               —¿Qué sospecha, Coronel? —le pregunté.


               —Es posible que el enemigo se haya enterado de que somos amigos de esa
               gente, y los hayan atacado en nuestra ausencia.


               Subimos a paso veloz. El Coronel llamó entonces a la puerta. Lo más terrible
               hubiera sido que nadie abriera y que nosotros hubiésemos tenido que echar abajo
               la puerta. Sólo de imaginarme la sangrienta escena se me ponían los pelos de
               punta.


               —Poncho, buenas tardes. ¿Qué se te ofrece? —dijo la señora Fuentes en cuanto
               abrió.


               —Señora. ¿No quiere que acompañe a Sofi al mercado hoy?


               La señora Fuentes sonrió. Cuando no estaba enojada era muy bonita, eso es
               cierto.


               —No, Poncho. Ayer le pedí a Sofi que comprara más cosas de la cuenta para que
               nos alcancen hasta el sábado o el domingo.


               —¿De veras? Porque por mí no hay problema.


               —De veras. Ah, y ahora que me acuerdo… —agregó la señora— ayer esta
               escuincla majadera se metió a la carrera y dice que no te ofreció siquiera una
               propinita.


               —¿Una propinita?


               —Sí. Ten un quinto, anda.

               Vi que le brillaron los ojos al Coronel pero con todo y eso no se atrevió a tocar la
               monedita.
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