Page 69 - El hotel
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               LA DUQUESA






               DETRÁS DE LA FARMACÉUTICA venía mi amigo Goyo, pero no lo pudimos
               ver hasta que se asomó por el costado de su madre.


               –¡Goyo, vete a buscar el equipaje de la condesa! –gritó el tío Servando.


               –Duquesa –le corrigió alguien.


               –¡Gran duquesa! –exclamó la tía Rosa, exaltada.


               Y la duquesa, o sea, la farmacéutica, cada vez tenía los ojos más grandes y las
               mejillas más coloradas.

               –¡¿Duquesa?! ¡¿Duquesa?! –rezongaba el señor X, sin acabar de creérselo.


               Pero nadie le hizo caso, porque todos se entusiasmaron de golpe con la idea de
               hacer de la farmacéutica una duquesa, y ya corrían como locos de un lado para
               otro diciendo señora-duquesa-por-aquí, señora-duquesa-por-allá, y la

               farmacéutica, cada vez más atolondrada, se dejaba hacer.

               Mis hermanos se cruzaban entre las piernas de los mayores, sobreexcitados y
               colorados como salmonetes. Solo mamá Leo, Juanita y el notario miraban los

               acontecimientos con los ojos apagados.

               –¡Rosa, ve a prepararle su suite a la duquesa! –ordenó la tía Azucena, que con el
               entusiasmo se había enroscado la pantalla de una de las lámparas del comedor en

               la cabeza.

               El señor X la miraba pasmado.


               –¡Huy! –dijo la tía Azucena, dándose cuenta y poniéndose colorada–. ¡Es la
               costumbre!
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