Page 26 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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Muertos






               EN MI pueblo la Navidad comienza con los Muertos.


               Una semana antes de que termine octubre, los preparativos se ponen en marcha
               porque los días primero y dos de noviembre, que para mayor facilidad son
               conocidos simplemente como los Muertos, dan inicio las mayores diversiones

               del año. Primero el cementerio, los altares y la preparación de comidas. Luego el
               cumpleaños de mi mamá. Después la siempre terrible carrera de las aspirantes a
               miss, con su venta de boletos y recaudación de fondos previa a la coronación y a
               la feria, con sus múltiples kermeses. Y de pronto diciembre se nos deja venir en
               forma de la fiesta de la Purísima, para, al final, chocar de frente con la Navidad,
               que siempre llega de pronto y sin dar mayores anuncios. Como deben hacerlo las
               mejores celebraciones.


               Las celebraciones del año de la ausencia de mi papá echamos la casa por la
               ventana. ¡Éramos ricas! O casi. De Estados Unidos nos llegaban carretadas de
               dinero (o más bien envíos), paquetes con ropa, juguetes y hasta aparatos
               eléctricos, que disfrutaron de un sitio preferencial sobre alguna carpeta tejida
               para la ocasión y luego fueron a dar al fondo del ropero sin haber debutado
               jamás. Grandes fiestas. Vestidos nuevos para Mi Hermana y para mí. Bufandas
               para mi Yaya. Aretes para mi madre. ¡Pura felicidad!


               Las celebraciones del año de la ausencia de mi papá fueron las más tristes que yo
               recuerde.


               Las cuatro, sin decirlo, nos propusimos firmemente hacer felices a las otras tres.
               Dos meses de tregua entre mi mamá y mi Yaya. Dos meses de Mi Hermana
               dejándose peinar cada tercer día. Dos meses en los que yo me callé lo que de
               verdad estaba pensando, para convertirme en una hija modelo, de esas que van a
               ofrecer flores a la iglesia, hacen lo que se les pide y no se aíslan del mundo entre

               las páginas de un libro.

               Dos meses en que las cuatro andábamos risa y risa de la mañana a la noche.
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