Page 29 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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Cartas y más cartas






               LAS MEJORAS tecnológicas son una cosa maravillosa que ha acercado a los

               humanos al cielo de los dioses. Hicieron posibles las vacunas y los trasplantes de
               órganos; proveen de agua a los desiertos; ayudan a que los helados sean más
               cremosos; les dan voz a los juguetes; traen el resto del mundo a las puertas del
               hogar. Sobre todo, nos han hecho saber lo lejos que estamos de ser importantes
               en este planeta tan lleno de vida que florece hasta debajo de las piedras.


               Las mejoras tecnológicas son también una cosa despreciable que ha arrasado con
               varios millones de personas. Hicieron posible la abominación del chocolate
               blanco (que sabe, huele y se ve como manteca); lograron que los castillos para
               princesas hechos con cajas de cartón fueran patéticos; nos hicieron creer que los
               humanos teníamos poder sobre la vida y la muerte del resto de los habitantes del
               planeta, y además consiguieron que el mejor oficio del mundo, el de cartero, se
               convirtiera en una curiosidad para viejitos.


               Pero hay cosas que ni todos los científicos del mundo reunidos podrían haber
               pronosticado: que las cartas escritas a mano estaban peligro de extinción.


               Cuando el mundo estaba en sus 1988 años después de Cristo, las redes sociales,
               el correo electrónico y Skype aún estaban por inventarse. Nadie sabía de
               conexiones permanentes a la red, nada de archivos adjuntos, nada de fotos
               compartidas y emoticones. Nada de nada. El mundo estaba más cerrado, pero los
               carteros salían todos los días con la esperanza de entregar aunque fuera una sola
               buena noticia (con una les bastaba) escondida entre tanta deuda por cobrar y
               tanta desgracia por leer. El mundo estaba más cerrado, pero mientras unos

               trataban de no llorar para no correr la tinta en la carta que escribían, otros
               buscaban rociar perfume sobre una hoja que diría, con letras y un olor, lo que las
               palabras habladas no habían logrado revelar. El mundo estaba más cerrado pero
               la gente escribía cartas. Que eso ya no ocurra es un verdadero desastre.


               Y sí, lo anterior fue una rama más, porque de lo que yo quería hablar es de las
               cartas de mi papá. Las mentirosas cartas de mi papá.
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