Page 51 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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Interrogatorio I






               —HOLA, princesa. Me llamo Teresa, ¿y tú? —así comenzó el interrogatorio la

               funcionaria que alguna vez había sido regiomontana, pero ahora era pertenecía a
               la república aeroportuaria de Los que Hablan Español. Para colmo, tenía una voz
               dulcísima y cara de buena gente, así que pronto se convirtió en la encargada de
               dirigir todos los interrogatorios a menores de edad hispanos en aquel aeropuerto
               de Texas. Cabe aclarar que hasta el momento la palabra todos se reducía a Mi
               Hermana y a mí, aunque Teresa solo se dirigía a una de nosotras: a mí. Algo
               tiene Mi Hermana que la gente la respeta. A lo mejor que nomás de primera
               impresión se echa de ver que no está en sus cabales. O que está muy chica. O
               que le gusta encuerarse y meterse a la pileta. O quizá la funcionaria calculó (bien
               calculado) que de ella no iba a recibir respuesta alguna porque, como ya lo he
               dicho, Mi Hermana no es de este mundo.


               —Hablas chistoso —no contesté la primera pregunta, y no lo hice porque a
               leguas se veía que le importaba un rábano cómo estaba yo, y entonces decidí
               ahorrarle la sarta de cuestionamientos corteses pero falsísimos que seguramente
               su mamá le enseñó.


               —Es que soy de Monterrey —contestó la señorita, muy dueña de la situación—.
               ¿Y tú dónde naciste?


               —En Michoacán.


               —¿Y qué andas haciendo tan lejos?


               —De visita.


               —¿A quién vas a visitar?


               —A unos tíos.

               —¿Hermanos de tu papá o de tu mamá?
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