Page 211 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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el tercer día.
El miércoles, el mundo ya no estaba solo del revés: a las nueve en punto empezó
a dar vueltas.
Ahmed York, un niño libanés que también había llegado al colegio hacía poco,
entró a primera hora en clase con una vieja camiseta donde había pintado en
letras rojas:
¿DÓNDE SE ESCONDE REBECCA PARADISE?
Y a partir de ese momento, la gente enloqueció.
Comenzaron a aparecer en los retretes nuevas firmas de «Aquí se esconde
Rebecca Paradise» y «Rebecca Paradise te vigila», pintadas con rotulador verde
y adornadas con dibujos de ojos bien abiertos y pies bien descalzos.
Alguien había impreso mis historias del glob y comenzó a repartirlas en forma
de cuadernillo grapado por todo el colegio. «¿Eres tú el sospechoso?», decía en
la portada de cada uno de ellos.
Los despistados que aún no habían oído hablar del glob se apuntaron la dirección
en el dorso de la mano para no olvidarla más tarde frente al ordenador.
Y por los pasillos, en las escaleras, durante los descansos y fuera, en el patio, en
todas las conversaciones se repetía una y otra vez el mismo nombre: ¡Rebecca!
«Yo me huelo quién es en verdad Rebecca».
«Si yo fuera Rebecca, detendría a la profe de gimnasia».
«Cualquier día de estos me marco un “Paradise” y me pongo a investigar».
«Todos somos Rebecca, tío».
Y no era el mundo el único que daba vueltas. Mi cabeza también las daba.
Demasiadas emociones. Me sentía horriblemente bien y maravillosamente mal.