Page 210 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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secreto de su reportaje. Sí, decididamente, Sofía era la primera a la que había

               que descartar.

               –Fue Sofía –confesó Álex–. Ella inició el rumor... ¡que al final no era un rumor!


               ¿Sofía? ¿Por qué? ¿Para qué?


               Sonó el timbre que ponía fin al recreo y, hecha un lío, me di la vuelta hacia la
               salida.


               –¡Espera! –me detuvo Álex, repentinamente interesado–. «Aquí se esconde
               Rebecca Paradise». Ji, ji, ji. ¿De quién te estabas escondiendo?


               –¿Yo? Pues... pues...


               «Pues». Eso es todo lo que fui capaz de inventarme. ¿Qué me ocurría? ¿Acaso
               ya no sabía ni fabricar una buena mentira? «¿Y qué es una buena mentira?»,
               pensé también.


               Álex aguantó unos cuantos «pues» más, y al final puso una cara extraña y dijo:


               –Ya.

               A continuación me adelantó y subió corriendo a clase sin esperarme. Y entonces,

               de algún modo misterioso, se las arregló para desaparecer durante dos días
               enteros.


               El martes lo comencé, pues, sola, sin saber muy bien qué hacer ni con quién
               hablar. Ni siquiera a George podía contarle lo del glob. Y mi cabeza iba
               llenándose de más y más cosas que no podía compartir con nadie. Tanto, que
               parecía a punto de estallar.


               Sin quererlo, Álex se había vengado. Aquel último «ya» había sido su propio
               «abracadabra»: la palabra mágica para convertirme al fin en la Fabulosa Mujer
               Invisible que tanto había deseado. Y es que, sin él, no solo no me hablaba nadie,
               sino que no me miraban tampoco. Ni siquiera mal.


               Y no me miraban porque, mientras todas esas cosas ocurrían en mi cabeza, fuera,
               en el colegio, empezaban a suceder otras muchas, y mucho más interesantes que
               las meteduras de pata de Úrsula Jenkins. Claro que de eso no me di cuenta hasta
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