Page 36 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Un charco de agua sucia
Apenas me quedan recuerdos de lo que sucedió durante las dos horas siguientes:
una gran carcajada rebotando por las paredes de mi clase sin encontrar por dónde
escapar, la voz de Leanne pidiendo silencio, el chirrido de una tiza, un montón
de signos extraños sobre la pizarra, alguien recitando los sistemas montañosos
del continente europeo y, al final, un timbre y una estampida de niños sorteando
mi pupitre.
Seguramente había llegado la hora del recreo, aunque, por algún motivo
misterioso, yo era incapaz de distinguir lo que marcaba el reloj de la pared.
Traté de empujarme las gafas sobre la nariz y me di cuenta de que las gafas no
estaban allí, sino en el pupitre. Al ponérmelas de nuevo, descubrí que los
jeroglíficos sobre la pizarra no eran más que un montón de raíces cuadradas.
Abrí mi cuaderno nuevo y viejo por la primera página. Seguía en blanco.
Muy rápido, sin pensar en lo que estaba haciendo, me puse a copiar
mecánicamente todas aquellas cuentas en el cuaderno. Mi cabeza no distinguía
un ocho de un cinco. Lo único que mi cabeza quería era estar ocupada, y copiaba
y copiaba y copiaba para no pensar en aquella horrible carcajada.
En medio de algo que parecía ser el número ciento once, o tal vez un tenedor,
una voz me interrumpió.
–¡Úrsula! –acababa de exclamar Leanne, asomada a la puerta del aula y un poco
sofocada–. Llevo buscándote un cuarto de hora. ¿Qué haces aquí?
No supe qué contestar, así que en su lugar le mostré mi cuaderno decorado con
un moderno estampado de raíces cuadradas estallando en todas direcciones.
–¿Tanto te gustan las matemáticas? Vamos al patio, es la hora del recreo.
–Es que... –improvisé– me gusta llevar al día los deberes.