Page 41 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Me levanté yo sola como pude y seguí gritando histéricamente «¡pásala!,
¡pásala!», esperando que todo aquello no fuera más que un mal sueño. Pero
desde que Leanne desapareció, nadie volvió a pasarme ni un balón ni una
palabra, ni siquiera una mirada durante el resto del recreo.
Y entonces ya no tuve necesidad de gritar más «¡estoy sola!, ¡estoy sola!»,
porque saltaba a la vista que lo estaba.