Page 45 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Espaguetis
Pasó un siglo. Y después, lo primero que escuché fue una voz que decía:
–¡Úrsula!, ¿me estás oyendo?
El siglo había durado cinco horas, yo estaba de nuevo en casa y la voz era la de
papá. Desde que ocurrió lo del mago, solo va a trabajar por las mañanas. El resto
del tiempo lo pasa en casa pegado a un ordenador plateado y delgado como una
revista.
–¡Ur! –insistió. Cuando quiere caerme simpático me llama «Ur»–. Te estoy
preguntando que cómo te ha ido el primer día.
Aterricé.
–Genial –contesté, besándole en la mejilla y dando media vuelta en el pasillo
para largarme–. Todo genial.
–Espera... ¿Te has manchado el chándal?
–Ah, sí –media vuelta de nuevo–. Fue jugando en el barro, con los de mi clase.
–¿En serio? Así que al final no fue todo tan mal...
–No, no muy mal –otra media vuelta en dirección al pasillo.
–¿No muy mal o bien?
–¡Bien, bien! –grité desde la puerta, como si ya hubiera llegado a la cocina.
–¿Bien o superbién? –insistió.
De acuerdo. Se lo estaba buscando. Me prometí que aquella era la última media
vuelta que daba: