Page 39 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–El Noticiero de Tercero. Lo vi colgado en la pared.


               –Exacto. Es un buen título, ¿a que sí? Se le ocurrió a Sofía. Es la redactora jefe.
               Y la delegada. Y capitana de baloncesto. ¡Madre mía, la cantidad de cosas que es
               Sofía! Creo que te llevarías bien con ella. ¡Ah, y se apellida Jenkins, igual que

               tú!

               ¡¡Qué coincidencia tan extraordinaria!!... La verdad es que Jenkins es un apellido
               más bien común.


               Varios chicos y chicas se movían alrededor de una canasta con el aro roto. De
               algunos me acordaba y de otros no, pero había una que no podía olvidar. Era la
               chica de la segunda fila que había sonreído mientras yo hablaba, la de la sonrisa

               preciosa y terrorífica. Botaba la pelota con una mano y la pelota siempre
               obedecía. Recé porque Sofía no fuese ella.

               –¡Sofía! –gritó Leanne.


               Era ella.


               Había detenido el balón en el aire y se acercaba muy sonriente.


               –Sofía, esta es Úrsula. Creo que no os habéis presentado.


               –Hola, Úrsula, ¿qué tal? –dijo estampándome un par de besos que olían a
               manzana.


               Dos cosas me llamaron la atención. La primera es que, cuando Sofía se detuvo a
               hablar con nosotras, el juego se detuvo también. Nadie protestó ni reclamó la
               pelota. La segunda es que llevaba dos aros enormes colgando de las orejas, como
               una chica mayor, como la propia Leanne. Hubieran servido para reparar la
               canasta. Dos veces.


               –Sofía, resulta que Úrsula es una gran escritora, así que he pensado que tal vez
               sería un buen fichaje para el periódico. Podrías hablarlo con ella después del
               baloncesto. ¡Anda, si sois impares! Mira qué bien os viene Úrsula... Yo os miraré
               desde allí.


               Leanne dijo toda esta parrafada muy deprisa y como sin darle importancia, y
               luego se marchó a vigilarnos desde un rincón.
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