Page 37 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–Eso está muy bien. Pero ahora es momento de jugar fuera.
–Es que... –improvisé de nuevo, echando un vistazo a los charcos que alcanzaba
a ver desde la ventana–. Es que soy alérgica a la lluvia... Te juro que es verdad –
añadí, después de un pequeño silencio.
Leanne suspiró y se sentó sobre el pupitre de mi izquierda, cruzando las piernas
como las presentadoras de televisión.
–Mira, Úrsula, comprendo que estés nerviosa. ¡Es tu primer día aquí! Y todo ese
asunto de hacer amigos... es algo que te cuesta un poco, ¿verdad?
–Un poco –admití, tratando de imaginar lo que papá le había contado.
–Bueno, pues fíjate por dónde, estás a punto de hacer tu primera amiga.
Por un momento imaginé que Leanne abría su bolso gigantesco y de él salía una
niña de trenzas rubias y sonrisa de plástico que me decía con voz de muñeca
Barbie: «Hola, ¿quieres ser mi amiga?». Pero no.
–Me refiero a mí, Úrsula. ¡Yo quiero ser tu amiga!
–Ah.
–¡Claro! Y, como amiga, no voy a obligarte a salir al patio si no quieres. En
cambio, sí podemos hacer todo lo que hacen las amigas: pedirnos favores,
contarnos secretos... ¿Qué te parece?
–Bi... bien.
–Entonces hagamos una cosa. ¿Por qué no empiezas por contarme un secreto tú?
No se me ocurrió qué decir. No creo que el asunto de las lombrices que robé del
jardín de la Scrooch fuera a interesarle demasiado a Leanne. Por suerte, ella ya
tenía muy claro el secreto que quería conocer:
–Veamos. Respecto a todo eso que nos has contado antes... todo ese asunto de tu
padre el astronauta, y del gato en el espacio y tu hermana equilibrista... Incluso
lo de tu alergia a la lluvia...