Page 56 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Cada vez que corría a refugiarme a mi rincón en los recreos, allí estaba él. Si me
               daba la vuelta en mi pupitre de la primera fila, me encontraba con sus ojos
               sonriéndome desde la última. Si tenía que ir al baño, Álex me seguía hasta la

               puerta. Y desde el otro lado hablaba y hablaba y habla-bla-bla:

               –Me pregunto cuál es el tamaño exacto de internet –atacaba. Aparte de los gatos
               cósmicos, los ordenadores parecían ser su tema favorito.


               –No tengo ni idea –suspiraba yo.


               –Pero ¿cómo podría medirse? ¿En gigabytes, en pantallas, en millas? ¡Daría la
               vuelta al mundo cientos de veces!


               –Seguro.


               –¿Y en horas? ¿Cuánto se tardaría en leer toda la información que contiene?
               Apuesto a que no te daría tiempo ni aunque le dedicases toda tu vida. Sería
               eterno. ¡Sería lo más eterno que has hecho nunca!


               –No grites tanto, por favor –terminaba suplicando yo.


               La gente que pasaba por allí nos miraba con disimulo y sonreía. A veces, sin
               disimulo. Y es que tener al lado a Álex Mackenzie era como llevar de sombrero
               una sirena de bomberos. Así no había modo de convertirse en la Fabulosa Mujer
               Invisible. Todo lo más, en la Fabulosa Mujer Abochornada. Y mientras Álex
               seguía disparando preguntas con su cara de metralleta, yo masticaba mi
               bocadillo con mi cara de vaca, que es esa cara con que las vacas miran pasar el
               tren. Pero eso a Álex no parecía importarle, como si no pasase nada, como si no
               fuésemos un par de idiotas solitarios sentados al sol.


               Al otro lado del patio y del mundo, los demás niños jugaban al rescate y al
               baloncesto, se perseguían, se contaban secretos, cambiaban cromos, se
               insultaban, hacían amigos o enemigos... y se divertían y se aburrían juntos como
               si todo aquello no les costase el menor esfuerzo.
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