Page 72 - La vida secreta de Rebecca Paradise

–Puedes poner una foto en la que no se te reconozca –sugirió Álex.

Barajé varias ideas. Mi ombligo botón de lavadora, una oreja, el dedo pulgar, el
ojo izquierdo (el de escarabajo, no el de culo de vaso). Al final me decidí por el
pie. Es muy difícil que alguien te reconozca por un pie, salvo que sea tu propio

padre o un experto zapatero.

Los padres de Álex tenían una cámara que podía conectarse al ordenador. Me
quité un zapato y planté el pie sobre la silla. «Más a la derecha». «No tanto».

«Gira ese dedo». «Arriba el talón». Mientras Álex, el fabuloso fotógrafo de pies,
me daba instrucciones, yo tuve un repentino ataque de inspiración. «¡Espera!»,
dije, y me metí la mano en el bolsillo. Por suerte, aún guardaba allí el pintaúñas
verde de mamá. Papá no me deja ir con las uñas de las manos pintadas, pero
nunca había dicho nada de las de los pies.

¡Clic!

La foto quedó perfecta, con las uñas verde esmeralda brillando misteriosamente
bajo la luz del monitor. Aquel era un pie valiente, rebelde, con mucha
personalidad. Un pie salvaje.

–Solo te falta un título –me indicó Álex.

Entonces te juro que sí que no lo dudé ni un instante. Mi pie salvaje me inspiró:
«REBECCA PISA FUERTE», así bautizamos el blog-glob.

–Ahora ya puedes inaugurarlo. Escribe algo para que lo publiquemos.

–Ya... ¿y qué escribo?

–Lo que quieras. Un saludo, una presentación para que empiecen a conocerte. A
conocer a Rebecca. ¡Quienquiera que sea!

Era más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo con Álex vigilándome con el
rabillo del ojo.

–Esto... Álex, ¿podrías darme un poco de espacio?