Page 84 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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ladrillera, junto a la enmohecida puerta de fierro. No había nadie alrededor.
Solamente unos chanates fisgoneaban desde un tejaván en ruinas. Atravesaron la
maleza y Sergio se dejó guiar por Bruno. Un zumbido extraño se adueñó del
aire. Al bajar por la ladera del canal vieron decenas de moscas dando vueltas
como aves de rapiña sobre el pie amarillento y oscuro, que acusaba los signos de
la putrefacción. Un olor repugnante e insoportable flotaba en el ambiente.
Ambos se taparon la nariz. Bruno señaló el lugar. Con una vara Sergio descubrió
más el pie y observaron que tenía tiras de cinta canela.
XIII
Decidieron mantener el secreto. El pacto de silencio que hicieron funcionó, a
pesar de que estuvieron nerviosos. Dos días después del hallazgo, durante el
desayuno, el papá de Bruno exclamó:
—Estoy harto de esta situación. Ya no se puede vivir aquí. ¿Adónde vamos a
parar?
Bruno se preocupó. Pensó que sus padres habían peleado, pero al darse cuenta de
que tomó el periódico y lo golpeó contra la mesa supo que se refería a otra cosa.
Colocó el diario sobre la alacena, fuera del alcance de sus hijos. Todos guardaron
silencio. Esa tarde fueron a jugar futbol a la ladrillera abandonada. No los
dejaron acercarse. Habían puesto cinta amarilla alrededor del sitio del hallazgo.
Los demás muchachos murmuraron entre sí. Habían encontrado el pie. Y
también el resto del cuerpo.
XIV
El rumor se esparció por toda la escuela. El pie pertenecía a una persona que
había desaparecido hacía algunos días. Entre los maestros corrió la versión de
que el cuerpo encontrado era del papá de Gonzalo. Un sentimiento de sorpresa y
estupor los embargó. Gonzalo no regresó más a la escuela. Su ausencia fue un
alivio para muchos de los que fueron sus víctimas. Bruno ya no tuvo la pesadilla
del pie cercenado que lo perseguía. Pero la noche del último viernes de febrero
volvió a oír disparos, más cercanos. Tuvo miedo. Algunos compañeros le