Page 80 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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IV
Junto a Sergio, su mejor amigo, comió su torta con lentitud. La algarabía de los
niños se apagaba con el tiempo.
—Oye, tienes ojeras.
—Sí, ando desvelado.
—¿Y eso?
—Los cohetes de anoche. ¿No los oíste?
Sergio sorbió hasta el fondo su malteada:
—No eran cohetes. Ocurrió cerca de la tienda de abarrotes de doña Lucha,
enfrente de la casa de Julio. ¡Mira!
Y le mostró dos casquillos de bala. Bruno se sorprendió.
—Ten. Te regalo uno. Es un amuleto.
Bruno extendió la palma y lo tomó. Notó que pesaba un poco. Lo guardó en una
bolsa de su pantalón. El timbre anunció el fin del recreo.
V
Después de que su mamá le diera todas las recomendaciones del mundo, Bruno
se fue a jugar futbol esa tarde al parque con los niños de la colonia. Pusieron dos
piedras como portería y empezaron a patear el balón. Sergio era un delantero
estupendo, y Bruno atajaba la mayoría de los tiros que iban hacia su meta. Dos
veces el balón golpeó el cristal de un auto color verde. Su dueño salió enfurecido
y les dio un ultimátum:
—¡No los quiero volver a ver aquí, bola de vagos!